miércoles, 14 de diciembre de 2011

Carta para usted, poeta. II

Hola, poeta.

He estado aquí  y allá estos días, por eso no he vuelto a escribirle, un familiar enfermo me tuvo varios días fuera de casa, esa fue mi emergencia que le conté en mi anterior carta.
Aquí estoy de nuevo, rendida ante sus encantos literarios, ya quisiera yo conocerle o que usted respondiera mis cartas he pensado en ir a la ciudad y buscarlo, pero ¿Dónde encontrarlo? Siendo usted un hombre tan ocupado imagino que no tendría tiempo y también imagino que muchas mujeres deben estar tras su pista, ¡que va ir hacer una pueblerina con su vestido viejo tras sus huesos!

Ayer termine de leer su tercer libro contaba usted como enloqueció por aquella mujer, de ojos claros, confieso haberme puesto celosa y un tanto molesta, pero como aspirar ser su musa, si nisiquiera se si lee mis cartas, solo se que yo se las envío, capaz el cartero se las queda y se ríe de mis confesiones.
He pasado mucho tiempo sola poeta, ya ni recuerdo cuando fue la ultima vez que sentí que le gustaba a un hombre, a veces tanta soledad me hace pensar que ha sido mi culpa, me han tocado tantos canallas, tanto hombre mentiroso y malo, disculpe usted a veces creo que los hombres no tienen alma y son frívolos, no les importa el dolor de una mujer; por eso me refugio en sus letras y en esa manera bonita de hablar del amor, aunque no sea el mío. El año se va a acabar, voy a pedirle al nuevo año queme traiga un hombre como usted, caramba ya quisiera yo colarle el café por la mañana y dormirme en sus brazos, válgame Dios la piel se me eriza pensando en sus ojos negros y esto lo estoy inventando capaz y son azules como el mar, pero como me gustaría que fuesen negros como al azabache.

Frente a la mesa en la que le escribo esta carta, tengo un ventanal, y se me pierde la mirada imaginando que viene usted caminando a casa conmigo, a tomarnos un vino al final de la tarde, descalzos en la terraza esperando que caiga el sol, casi desnudos contemplándonos, eso sí sería una vida.  Una la mujer si piensa boberías, así somos, tiernas y soñadoras, la mujer siempre me ha parecido un tesoro escondido que pocos conocen, benditas y reinas, bueno, usted debe saber mucho de mujeres, ya para que le hablo de eso.
Quisiera hablarle de mi, de cómo me gusta el mar y el sonido de las olas, de cómo cierro los ojos imaginando que vivo en una casita con vista y olor a playa, aunque me gusta esta montaña donde vivo, muchos pájaros cantando me despiertan y debo confesar que amo su neblina y ese frio que me hace arroparme para tomar una taza de chocolate caliente, desde aquí veo los mejores verdes que existen, nadie puede hablarme de arboles, yo los conozco toditicos poeta.
También me gusta salir a caminar, me voy derechito por el camino y a tres kilómetros vive Ustaquia ella es de Perú pero tiene años viviendo por estos lares y siempre me regala flores de su jardín, hermosas esta de mas decirles; ella vive sola perdió a su familia en un accidente de avión (por eso no me gustan esos aparatos), me gusta ir hacerle compañía, pues ella también me acompaña a mi, siempre le hablo de sus libros por que ella no sabe leer, siempre le insisto para enseñarle, pero ella dice que loro viejo no aprende hablar, pues ni vieja es poeta, pero terca sí.
A penas usted sale de la casa de Ustaquia esta la bodega de Don Freddy, tiene que conocerlo alguna día que venga por estos lares (si es que sabe llegar), Don Freddy es un señor de 85 años que vende de todo, hasta medicinas, divertido y siempre con su mecedor rodeado de niños contándole como eran sus tiempos, siempre sonrió al verlo, ojala todos llegáramos a esa edad, pero estos tiempos modernos acaban rápido con la gente.
Usted se preguntara que hace una mujer de 28 años, viviendo sola en esta cabaña,  ni yo misma sé, un día me cansé del trabajo y las colas de la ciudad vendí todo y me vine, y créame soy tan feliz aquí, la gente es tan sencilla y amable, hay paz. Siempre llamo a mi familia, y algunas veces voy a visitarlos, pero es que siempre me dicen que me regrese, que esto es un lugar muy solo y corro peligro, ¡peligroso es donde ellos viven, con tantas armas y gente mala!, yo soy como una viejita, disfruto de los momentos con los libros y las historias suyas, no necesito tanto escándalo, pero le confieso que si usted viviera conmigo la vida si estaría completa.

Me despido poeta, es de madrugada y estoy diciendo mucha pistolada.

¿Quién le escribe?, una mujer de cabello color miel y ojos claritos y grandotes; que se enamoro de un desconocido. 

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